jueves, 22 de junio de 2006

LA LEYENDA DE LA VIUDA

Narración aparecida en el Tococuentos I, escrita por Patricio Arriaza Gajardo.
A la Vieja Pascuala, cuyo nombre pudo ser otro.
Otra vez pasó, fue en la línea del tren, cerca del Pasaje Esmeralda. ¿Qué pasó no me diga’ qué..? Así no ma'.. atacó la Viuda.. Le quitó todo lo que tenía al finao Rosalde y lo dejó amarradito arriba de las vías.
La Vieja Lala me miraba detrás de una cortina de humo que nacía de su Hilton largo. Se acercó a la ventana que da hacia el patio poniente que permite, escoltado por la gran palmera y los pinos de la casaquinta divisar parte del estadio Municipal y al fondo el peñón que oculta la mítica Piedra de la Paragua. -Incluso -agregó haciendo un movimiento de mentón en esa dirección- a tu abuela casi le da un ataque de pánico cuando vio a “La Viuda” pasar saltando como canguro diabólico por los canchones sembrados que quedan hacia allá. No pude evitar un respingo de interés por la gran curiosidad hacia la que apuntaba la vieja “Lala”. -¡Esa si que no te la creo..! ¿Me vas a decir que” La Viuda” se metió también en esta casa..? La viuda andaba en todos lados, hijito... -me sonrió melodramáticamente. Su cigarro colgando de la comisura de los labios le daba un aire de Humprey Bogart femenino y añoso- me moriré sin saber si aquel encapuchado de los saltos enormes fue un ser humano o una manifestación del “Malulo”. -Me parece absolutamente fantástico que un delincuente con características tan particulares, haya aparecido justo aquí en Tocopilla en el culo del mundo ¡ja, ja, ja! -reí divertido antes la posibilidad de tener nuestro propio antihéroe novelesco-. Eso está más bien para un Londres de fines del siglo XVIII o Transilvania, cerca del castillo de Drácula, pero ...¿en Tocopilla..? Me parece francamente cómico, Lala. La vieja dio una pitada evaluándome. No atinaba a concluir que sentimiento dejaba traslucir. Si le embargaba la molestia ante las opiniones livianas de un jovenzuelo impertinente o bien una penosa compasión. por las mismas razones. -En los pueblos chicos es donde ocurren las cosas más increíbles, mocoso. ¿Acaso tu crees que los entierros, las apariciones, los pactos, las visiones las puedes lograr en el Paseo Ahumada, en tu maravilloso Santiago..? ¿Dónde crees que se producen la mayoría de los hechos extraños?-recalcó entre dientes este adjetivo- ¿En el casino de Viña del Mar?, ¿En el Parque Arauco..? ¡Idiota! todo lo que vale la pena experimentar ocurre en Chiloé, Salamanca, los bosques del Sur y por supuesto, en Tocopilla. -“El Rincón del Diablo” -dejé caer en un tono de falso y divertido temor. -“El Rincón del Diablo” -repitió-y más vale que no te burles.. ese nombrecito no es gratuito. No quise seguir mortificando a la vieja Lala que, como toda tocopillana vieja, conocía más historias que las que podía contar, y tenía esa especie de sapiencia popular acerca de la hechicería básica: encantamientos, mal de ojo y esas hierbas de las que yo, por supuesto, me burlaba, bordeando el limite del respeto a sus canas.Finalmente, me levanté, le robé un Hilton largo y me dispuse a escuchar una de las tantas historias raras de la vieja Lala, para lo cual le di el vamos acostumbrado: -Ya Lala, no te enojes que recién almorzamos, a ver, cuéntame cómo fue la historia de La Viuda... Corría el último mes de otoño de 1959. Tocopilla era un bullente puerto comercial. A pesar que había transcurrido ya la época de oro del salitre aún había una gran actividad portuaria y las diferentes colonias de inmigrantes : china, croata, alemana, italiana, griega, le daban una composición social variada y encantadora. El indice de delincuencia era bajo.. Casi todo el mundo se las arreglaba para subsistir sin gran esfuerzo, especialmente gracias a la Cosache (hoy Soquimich) donde existía el trabajo a medias denominado del “medio pollo” y el “cuarto de pollo”. La vida era llevadera y los bares, las casas de prostitución y juerga eran famosas en todo el Norte Grande... “¿Quiere pasarlo bien..? ¡Vaya a Tocopilla..!” Así rezaba un slogan de la época. Sin embargo, en esta etapa final de la edad de oro de Tocopilla, ocurrían desde principios de junio ciertos hechos que quedaron en los anales de la memoria colectiva del pueblo y que no trascendieron como debiera al folklore nacional. En Tocopilla atacó “La Viuda”. Esa fue una frase que surgió entre la comicidad y lo anecdótico. En realidad, no se sabe quién le llamó “La Viuda” a este extraño personaje pero aquello que partió como un hecho aislado y descabellado se estaba transformando en una rutina peculiar y peligrosa. Recorría a pie la costanera desde el muelle, dirigiéndome a mi casa, pensando en esa cantinela que rondaba en todas las mentes de aquellos que se aventuraban solos después del crepúsculo a mediados del año 59. Decía mi abuela Clara: -“Cuidado, hija” que puede salirte la viuda”. El otro día se metió en casa de doña Adela M. y la pobrecita casi se murió del susto. -¿Quién crees que puede ser eso, abuelita..? -Quién o qué.. .-Respondió enigmáticamente la anciana. “Eso”, no se si llamarlo persona. -Me está asustando abuela y debo volver a bajar al centro -agregué sin poder evitar un leve temblor en mi barbilla. -La Adela -prosiguió sin considerar mi incipiente temor- dijo que era una figura alta y delgada, un metro noventa más o menos. Enteramente vestido de negro. Esas uñas, decía,.. . La rasguñó con unas uñas negras y filudas. Y eso no era lo peor,.. antes sus gritos histéricos salió saltando del patio, como un conejo poseído y se encaramó en los techos y siguió dando esos saltos de pesadilla, mientras algunos vecinos intentaban inútilmente alcanzarlo corriendo por las veredas que rodeaban la manzana. -Cuidate, Pascualita -me dijo con seria preocupación- eres muy libre y corajuda, pero si vez a ese fantasma negro arranca a todo lo que den tus piernas y grita como barraco, al menos, la presencia de más gente le asusta. Esas advertencias agoreras de mi Abuela Clara, volvían una y otra vez a mi mente, mientras mis sandalias sobre los cascotes de la Av. Barros Arana resonaban presagiantes, así como el murmullo de las olas de la playa El Panteón. A pesar que trataba de pensar en otra cosa, la última kermesse de los Bomberos, por ejemplo, no había caso, venían a mi mente puras conversaciones sobre “La Viuda”. -Así es Lalita -tenga cuidado m’ hijita. El Viejo Rosaldo casi se murió. Lo atacó en la línea del tren como a las once. El pobre Rosaldo venia “cufifo” -Chi’s! se le llegó a espantar la cura -agrego doña Hortensia mientras me pesaba un kilo de papas en la feria de calle Cienfuegos. El gallo era enorme. Lo tiró al suelo, lo dejó amarrado al lado de la vía del tren.. y no le robó nada... solamente reía y reía hasta que desapareció. -No será puro cuento -se preguntaba doña Fresia eligiendo unas lechugas -¿Cuento? fíjese, doña, que los pacos andan medio camuflados tratando de pillar a la Viuda. No dicen nada, pero yo conozco a la gringa de la esquina. Esa anda con un teniente y me soltó la firme. -Ja ja, ja -reía doña Hortensia- pero que no enteraste Lalita, hablando de la gringa, que a ella y a las otras “niñitas bien” del Puerto la “Viuda” las atacó en la Escuela N02, en sus pijes “cursos de modas” que le hace doña Irma Bravo. -No lo puedo creer, doña Hortensia -dije espantada. -¡Sí! si no te digo mocosa. Les cortó la luz del segundo piso y se pusieron a chillar como locas. Una de ellas la Eugenia Galleguillos. vio una figura negra encapuchada saltar por los muros altos que dan a calle. O’Higgins, Incluso llegaron los pacos, hicieron una redada hasta calle Matta arriba y nada.. Los comentarios de las veteranas feriantes se apagaban en mi cabeza mientras crecía el rumor de las olas de la playa cercana. El panorama hacia el norte se veía sombrío. No había béisbol en el Municipal, así que más oscuro se iba tornando el atardecer. Había dejado atrás el edificio de la Aduana que aparecía imponente arriba a mi derecha, con algunas pocas luces aún prendidas. No se porqué lo asocié con un castillo prohibido con fantasmas y apariciones. -Soy una galla valiente, trabajo de igual a igual que cualquier macho y soy capaz de irme a mariscar por una semana sola. -pensaba, intentando autoconvencerme y sacudirme esa sensación de -que algo está por ocurrir- que me había ido aumentando con cada paso de mis chalalas gastadas. No andaba un alma.. sólo me había topado al salir del muelle con Canaca y su carreta de burros, recogiendo siempre basuras y haciendo trueques de mercadería de dudosa procedencia. Se les arrancó a los carabineros -gritaba desesperado don Remigio Segovia-estaba rodeado y se escapo.. esto es brujería ¡Dios nos libre!. -No sé si llamarlo brujería -dijo el Capitán Valdivia- el tipo tuvo la sangre fría para meterse en el excusado de pozo negro , soportarse durante media hora con sus dedos ... ¡sólo con sus dedos! mientras nosotros revisábamos todo el recinto. Lo descubrimos cuando saltó como un gato desde el pozo y evadirse por la cerca trasera del patio del señor Segovia. Ese tipo debe ser un gran atleta ¡qué zancadas daba por Dios!. -“Un atleta”... “Un demonio”. Las diferentes versiones respecto de este extraño asaltante.. ¿asaltante? si prácticamente no robaba.. ¿Qué buscaba este estrafalario personaje?.. ¿Asustar por el sólo placer de hacerlo? Estos pensamientos se negaban a abandonar mi cerebro, cuando ya, en la bruma costera, productos de billones de gotitas diminutas que parten raudas hacia la arena riberana apareció ante mis ojos el antiguo camposanto que le daba a esta playa ese poco acogedor nombre. Ya el sol se había ocultado y la noche presagiaba su aparición con tonos azul oscuro y plomo que confundían en un solo velo sombrío el poniente. Tras los restallazos de las olas sobre las rocas de la poza "San Gregorio" unas cuantas gaviotas gritaban sus típicos chillidos que se me antojaban a funestas advertencias. -“Lo vieron en Diagonal cerca del Liceo -arrancó como alma que lleva el viento hacia el sector del hospital. Corría a grandes pasos, ¿cómo salta así..?” -¿Llevará resortes en los zapatos.. como se encaramó así sobre los tejados de pasaje Matta? -Apareció a las tres de la mañana estaba oculto en los arboles de la plazoleta O’Higgins... -Le digo que los vieron en 21 de mayo cerca de San Martín, atacó a un obrero de la Chilex y desapareció tras la Casa Del Lago La playa “El Panteón” se perdía en la bruma vespertina y sus arenas color Ceniza y marrón se confundían con el horizonte oscuro, a la derecha, las suaves luces de la Plazoleta que se dejaban ver por sobre el barranco de calle Prat eran la única claridad que adornaba de destellos fantasmales al viejo cementerio. De pronto sonaron esos pasos, esos largos pasos, secos y cortos como bastones golpeados con fuerza sobre cascotes, y el frufru de una capa agitada al viento. Quedé aterrorizada -me confesó la veterana con un leve repiquetear de nervios en sus labios arrugados- frente a mí estaba “La Viuda”. -¡Cómo era, Vieja!- pregunté embobado en el relato y un incipiente escalofrío recorrió impertinente mi nuca. -Era un tipo alto medía casi dos metros, vestía entero de negro, se cubría con una especie de capa con gorro, parecida a la indumentaria de los frailes . No sé si sería moreno pero en la oscuridad no podía ver su rostro, sólo una hilera de blanquisimos dientes, estaba parado sobre un muro que rodeaba el cementerio. Parecía un infernal y enorme búho. Estaba quieto allí mirándome. De pronto.. lanzó una carcajada y se plantó frente a mí como a tres metros. El salto que dio... ¡por favor., no sé cómo describirlo! Fue un salto enorme de acróbata, batió sus piernas largas en el aire y cayó frente a mi, tieso como estaca, arrebujado en su capa negra. Me quedé inmóvil por unos momentos, pero algo en mi interior reaccionó y le lancé una piedra mientras corría a mi derecha intentado alcanzar el barranco que sube a calle Cienfuegos. -¿Qué sucedió, entonces..? Me siguió.. saltando... ¡ cómo lo oyes! ¡ saltaba como un conejo, riéndose!,, Algo llevaba en sus zapatos porque el golpe seco era como de metal, no asemejaba el sonido de las zuelas. Providencialmente, vi un chinguillo viejo que algún mariscador había dejado abandonado cerca de las ladera del barranco. Lo tomé cuando ya estaba a pocos metros de mí. Me volví y blandí el chinguillo gritando como una loca. -¿Lo alcanzaste, Lala? -¡Que va! daba mandobles al aire. El personaje se movía con una agilidad como si fuera una bandera al viento.. De pronto sentí una serie de voces y garabatos sobre la cumbre .. eran unos vecinos que habían sentido mis gritos y que bajaban corriendo con palas y garrotes hacia mi posición. La “Viuda” dio una salto elegante en el aire y se perdió a saltos hacia el camino que va a Caleta Vieja dando unas zancadas dignas de un avestruz.. Nunca más lo volví a ver. -¿Quién crees que era o qué era, Lala..? -pregunté admirado por el valor de la vieja dando un combate de pesadilla con uno de los seres más extraños que se mencionan en las leyendas tocopillanas.. -Dicen muchas cosas.. que era un detective, que incluso colaboraba en la persecución.. que era un loco.. No sé . Así como llegó, desapareció al poco tiempo después de estos hechos que te acabo de contar y nunca más se supo de él
-¿ Y tú que crees, Lala? -pregunté intrigado. Pascuala se sentó, estiró su añoso cuerpo enjuto y con las manos sobre el regazo me miró sobre el horizonte de sus lentes.. -Nadie sabe quién fue o quién es. Sólo puedo decirte que apareció en Tocopilla y que se sabe de apariciones en diferentes épocas y lugares de seres parecidos, si acaso no es el mismo.. -y sonriendo entre dientes agregó- Es todo lo que sé y no te pienso decir mas. -Pero cuéntame al menos, qué ocurrió en nuestro patio.. me dijiste al comienzo de tu historia que atravesó nuestros sembrados ¡Ja ja ja! -Doña Pascuala rió divertida- Tu abuela casi se murió porque vio a la viuda en los canchones de almácigos. Se cayó de traste en una plantación de cilantro. ¿Y..? -agregué esperando la respuesta y extrañado por la risa de Lala que rompía con el tono dramático de su relato anterior -Era una cubrecama oscura que había dejado secarse la vecina, doña Ana en los alambres de la ropa que, al soltarse de un traba, quedó colgando verticalmente simulando una persona con capa: la noche, el viento y el pánico colectivo por la “Viuda” hicieron el resto... Me reí a coro con la anciana y dando la última pitada al cigarrillo le dije...-¿Crees que aparezca por estos lados alguna vez de nuevo, Lala..? Me sonrió y como era su costumbre respondió irónicamente -Tal vez sí, tal vez no.. Después de todo, ya te lo dije, este lugar se llama “ El Rincón del Diablo “ y ese nombre.. -hizo una pausa eterna- No es gratis....


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